domingo, 14 de marzo de 2010

Una vieja practica


Los arboricultores y jardineros antes del boom de los químicos comerciales impregnaban las raices de los arboles con una pasta, que en francés denominaban "praligne" y otros ungüento de san Simón, compuesta por arcilla y estiércol de vaca a partes iguales que evitaba la desecación de los tejidos vegetales de la raíz en los plantados sin cepellón.
Otra formula más elaborada y equilibrada, puesto que con una proporción de una parte de estiércol por tres de tierra arcillosa es suficiente como fertilizante; es la siguiente:
10 Kg. de tierra arcillosa, 3 Kg. de estiércol o compost maduro y 1 Kg. de carbón vegetal en polvo que protege las raíces del ataque de hongos. A la mezcla se le añade agua y se revuelve hasta conseguir una mezcla homogénea y con una consistencia de liquido espeso en el que se sumrgen las raíces del árbol antes de plantar. Algunos añadian a la preparación un litro de orina de cabra o oveja puesto que los orines de los rumiantes tienen sustancias estimulantes del crecimiento en vegetales, incluso cobre como fungicida. Aunque la primera formula es suficiente para evitar que sufra el árbol durante el trasplante.

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